16 de agosto de 2009

Otra vez en la vía

FF.CC. LOS HERMANOS JORGE Y ANGEL CONTESTI SON SINONIMO DE LUCHA POR LA VUELTA DEL FERROCARRIL. UNA APUESTA EN LA QUE SE SUMARON A PINO SOLANAS

*Por Sonia Tessa(Rosario/12)

Como buenos ferroviarios de toda la vida, a los Contestí se les nota el orgullo y la emoción cuando hablan de locomotoras, vagones, empalmes y servicios. La utopía que proponen pero absolutamente realizable es que los trenes vuelvan a recorrer el país. Y en ese marco también se integraron al proyecto Tren para todos que reúne firmas para tal propósito.


Jorge Contestí fue ferroviario la mayor parte de su vida, y su pasión por ese medio de transporte que conoce al detalle se convirtió en un libro "La república que ¿perdió? el tren". Allí se argumentan las ventajas económicas y políticas de reactivar los ferrocarriles argentinos. Para llegar hasta su casa, hay que irse hasta Andino. Pero la idea es entrevistarlo junto a su hermano Angel, leal colaborador de Rosario/12 a través de cartas de lectores en las que opina de distintos temas, todos vinculados a lo social, y de manera recurrente a las mil y una ventajas de la reactivación de los trenes. "Te paso a buscar y nos vamos en mi auto", ofrece Angel con una gentileza fuera de lo común. Así comienza un viaje que no sólo lleva a un pueblo lleno de árboles, sino también a una charla en la que confluyen utopías y convicciones. "He llorado por el ferrocarril muchas veces, como se imaginarán. Como lloro cada vez que veo la película", confiesa Jorge. Se refiere a La Próxima Estación, de Pino Solanas. En ese film, Jorge fue uno de los entrevistados. Habló con Solanas en una estación abandonada del ferrocarril Belgrano, de la ciudad de Santa Fe, que ahora quieren convertir en shopping. Pero los Contestí están seguros de que pueden impedirlo. "Vos sabés que se la vamos a ganar. La semana que viene vamos a pedirle una audiencia a Hermes Binner por ese tema", adelanta Angel. Los dos hermanos no abandonaron jamás la prédica sobre la necesidad de reactivar los ferrocarriles, aunque durante años sólo recibieran hostilidad y descreimiento como respuesta. Así, se convirtieron en impulsores de Tren para Todos, el movimiento que logró juntar un millón de firmas para pedir la vuelta de los trenes.

A la vuelta, mientras maneja su Renault 9 azul, Angel pide por favor como ya lo habían hecho los dos durante la entrevista , que no se les adjudique la autoría de Tren para Todos. "Es un emprendimiento colectivo, si se personaliza en nosotros dos se lo desvirtúa", indica. Antes había contado que al principio, las reuniones de los martes, a las 20, en ATE (San Lorenzo 1879), convocaban a un puñado de interesados. Ahora, desbordan. "Se nos van de las manos", confiesa Angel, orgulloso porque la mesa para juntar firmas se instala todos los sábados, en la peatonal Córdoba. "Eso se debe a la perseverancia de este hombre que tengo al lado", dice Jorge señalando a su hermano. La mayoría de los que salen a juntar firmas son jóvenes que jamás viajaron en tren, pero los contagia la energía, la convicción y los argumentos de otros como los Contestí que destinaron su vida al sueño de volver a subirse a un vagón.

En ese sueño, los Contestí conocieron a Pino Solanas y se integraron también a Proyecto Sur. Allí también están rodeados de gente joven. "Los primeros sorprendidos somos nosotros dos. Vos sentís que te empiezan a empujar de atrás y no sabés quién es", define con ironía Angel, que va segundo en la lista de concejales que encabeza Alberto Cortes. Jorge, en cambio, fue candidato a senador. Y sabía que era otra patriada, porque no había chances de terciar entre Carlos Reutemann y Rubén Giustiniani. Pero igual lo hizo, no sin dudas. "Fueron los jóvenes los que nos empujaron. Yo no tenía vocación, ni aptitud, ni nada para la política. Fue la pibada de Tren para Todos que me hizo senador sin comerla ni beberla", dice con un tono jocoso que aparece una y otra vez durante la entrevista. Así, Jorge y Angel recorren la provincia. "Por ahí lo llamo y le digo que tenemos una invitación para ir a tal lado. Jorge dice que le duele la cintura, que estuvo plantando un limonero, pero igual lo hacemos, y vamos dando charlas por distintos lugares", relata Angel lo que significa ese empuje del que hablaba antes. De las charlas, rescata una que caló hondo en él. A Cañada de Gómez Angel fue a hablar sobre la necesidad de reactivar los ferrocarriles pocos días después de un accidente muy grave, que había ocasionado cinco muertos. Como siempre lo hace, Angel comenzó a argumentar sobre la baja de siniestralidad que significaría la reactivación de los ferrocarriles, al descomprimir las rutas de automóviles y camiones. Y puso como ejemplo lo ocurrido recientemente en la zona. "Yo veía una nena en el público que se secaba los ojos. Cuando terminé, descerrajaron un aplauso los 250 chicos y los docentes. Era la primera vez que me aplaudían por una disertación. Después vino un grupo de chicas a hacerme un reportaje, entre ellas, esa piba que había llorado. Cuando terminaron de hacerme las preguntas, la nena me contó que uno de los muertos en ese accidente había sido su hermano. Me fui hecho pelota", relata Angel, quien reconoce que su cara es transparente. "Una de las chicas de Tren para Todos me dice que puede ver cómo va una reunión de acuerdo con la cara que yo tenga", sonríe pícaro.

Jorge tiene 74, y Angel (Lito le dice su hermano), 69. Jorge ingresó a los talleres de San Cristóbal cuando tenía 21 años, y dedicó su vida a estudiar el método del Ferrocarril. En cambio, Angel duró menos de un año en Ferrocarriles Argentinos. En un acto del 1º de mayo se refirió al plan Larkin, una iniciativa que contó con el apoyo del banco Mundial, y que comenzó a aplicarse durante el gobierno de Arturo Frondizi, para promover los automóviles y desarticular los ferrocarriles. "La Unión Ferroviaria comenzó a presionar al ingeniero Campanella, que era una persona excelente, el director del taller de San Cristóbal, para que me echaran, así que duré poco. No querían zurdos en los ferrocarriles", cuenta Angel. Y su hermano acota: "Y decir zurdo en aquella época era decir mucho". Era el año 1959.

En cambio, Jorge se enorgullece, sobre todo, de su trabajo en los talleres de San Cristóbal. Allí entró a trabajar en 1957. "Se hizo una linda experiencia sobre estudios de método del ferrocarril, sobre planeamiento. Para mí fue la experiencia laboral más interesante rememora . Nosotros organizábamos partidos de fútbol, torneos de bochas, lo que sea para recaudar fondos para comprar los planos que utilizábamos para el estudio de método". Así, se convirtió en jefe de Planificación del taller San Cristóbal. "Nuestra idea era hacer una empresa eficiente, que no fuera esclavista, pero con el objetivo primordial de mejorar el servicio para el productor y el pasajero. Esa era nuestra preocupación", subraya. Y el presidente de los Ferrocarriles designado en 1967, el general Juan Carlos Demarchi, lo convocó a trabajar en Buenos Aires. Pero en la metrópolis "se hablaba otro léxico". El golpe fue grande: "Estábamos lejos en cuestión de principios. Demarchi era un militar, pero no comía clavos, tenía una visión empresaria clara y era un hombre honrado", recuerda Jorge. Después, llegó al Ferrocarril una nueva gestión, a cargo de Tomás José Caballero, también militar. "Le decían el señor tanto por ciento. Era coimero. Cuando empezó Caballero, y un grupo de gente empezó a trabajar con dureza contra los Ferrocarriles, uno percibía que no había lugar para patriadas. Pero seguimos trabajando", sigue. El tono de Jorge es pausado, bajo, tiene gran calidez. Recuerda que entonces, cuando no podía irse de los ferrocarriles porque no tenía cómo, se refugió en el Belgrano, donde "quedó un grupo de gente honrada, capaz, que no necesitaba el rigor para hacer trabajar. Y que trataban de limar los picos de tensión. Tenían mucha habilidad para persuadir". El fin ya había comenzado. "Llegó el momento en que los gremios, fundamentalmente la Unión Ferroviaria, comenzó a hacer estragos", relata Jorge.

Los hermanos Contestí no son peronistas. Angel también aclara que no es antiperonista. Pero Jorge sostiene que hubo una responsabilidad del peronismo en el desguace de los ferrocarriles, y mucho antes de la presidencia de Carlos Menem. Sin embargo, esa convicción parece contradictoria con una idea generalizada que enlaza al peronismo y la defensa de los ferrocarriles. "Y no es así. No sólo no es así, sino que yo diría que en el nivel de responsabilidad, la primera por la destrucción del ferrocarril le atañe al peronismo. La Unión Ferroviaria se transformó en un verdugo a órdenes de quienes querían destruir los trenes. Y eso era contrario al sentimiento peronista desmenuza Jorge . En los distintos talleres había tipos pingazos, buena gente, laburadora, pero los propios dirigentes sindicales los mandaban a serruchar los ferrocarriles. Nosotros podíamos entenderlo, pero al peronista de los talleres de Tafí Viejo, o Laguna Paiva, se les rompía el alma. Eran tipos de fierro, trabajadores, honrados, con conciencia social, porque el ferrocarril no quedaba ajeno al desarrollo total de la sociedad". Para Jorge, "el peronismo fue cruel, gratuito, perverso, respecto a los ferrocarriles". Angel apunta: "Parece que la orden hubiera sido vayan, destruyan y roben. Levantaron ramales completos". Los dos recuerdan los trenes aguateros, que dos o tres veces por semana llegaban con provisión de agua a distintas localidades de Santiago del Estero, en las zonas desérticas tras la destrucción de los bosques de quebrachos. Recuerdan especialmente los trenes sanitarios. "Tenían todo el equipamiento. En épocas de dengue y de gripe A, tendrían una gran utilidad social", indica Angel.

En sus cartas de los lectores, que escribe desde hace 25 años para distintos medios, cuando un tema lo conmueve, Angel subraya que la reactivación de los ferrocarriles es una llave para terminar con la desocupación. "Con la recuperación de los trenes, se crearían 150 o 160 mil puestos de trabajo. Y con la industria ferroviaria en actividad, habría entre 10 y 15 mil puestos sólo en los talleres de Pérez. Nosotros podemos hacer material de exportación, Argentina le ha vendido locomotoras a India, China, Venezuela, Chile, Perú, Colombia y México", subraya.

La utopía que proponen pero aseguran que es un objetivo realizable es que los trenes vuelvan a recorrer el país. Así se desarrolla en el libro que Jorge editó en 2005, y que presentó en distintos lugares. "Estábamos haciendo charlas en cooperativas, talleres ferroviarios. Llevábamos el libro y hablábamos del tema. Unos muchachos de Tafí Viejo nos preguntaron por qué no hacíamos nada para que se reactivara el taller de allí. Y yo le dije que si lográbamos que empiecen a marchar los trenes, el taller iba a hacer falta muy rápidamente", relata Jorge.

No fue fácil instalar la idea de los trenes. La propuesta del tren de alta velocidad que lanzó el gobierno nacional les dio el pie para salir a juntar firmas con la consigna "no al tren bala, sí al tren para todos". Pero durante muchos años, los ferrocarriles no eran un tema de preocupación. En los años 90, los Contestí se sentían muy solos. "Era difícil. Vos discutías en una mesa de café, o en el club, y estabas solo como kung Fu", dice Angel. Para Jorge, fue también un estímulo a perfeccionar sus argumentos. "Para los políticos era, como dicen los chicos ahora, out hablar de ferrocarriles. Era algo que no tenía sentido. A mí me ayudó mucho elaborar un método de comparación entre el transporte automotor y los ferrocarriles. Quise munirme de herramientas que les impidieran hacerme bolsa a estos voceros de la mentira. Mi búsqueda fue encontrar argumentos y fórmulas que fueran irrebatibles". Ahora, cuando los ven en la peatonal Córdoba, los sábados a la mañana, hombres y mujeres sobre todo ellas se acercan espontáneamente para pedir la vuelta de los trenes. "La película de Pino nos resulta de una utilidad extraordinaria", sostiene Contestí. Los dos son jubilados, viven humildemente, y orientan su vida a la pelea para ver el sueño cumplido.

A la hora de ubicar su amor por los ferrocarriles, Jorge recuerda su infancia en Tiro Suizo, cuando jugaba con los amigo a correr al lado del tren de pasajeros, y ganaba el que aguantara más cerca venciendo el susto. Cuando era un carguero, la felicidad consistía en pasarse de vagón a vagón. Tenía 16 años cuando gracias a su hermano mayor, Aldo, le regalaron cinco o seis libros sobre locomotoras a vapor. "Me encantaba, allí empecé a estudiar el tema", dice Jorge. Los hermanos conversan sobre la familia, sobre el auto, se miran con amor. Angel reconoce que el imán de su amor por los trenes fue su hermano Jorge, pero también agrega que "el tema del ferrocarril es apasionante porque todo lo que lo rodea es lo cultural, lo social. Es difícil no apasionarse". Recuerda sus viajes en tren a Cañada de Gómez, para los bailes, cuando era soltero. ¿Cuál es el sueño que los sostiene? "Quiero volver a viajar en tren al norte del país. Nosotros fuimos a La Pampa, con nuestros padres. Ese viaje lo tengo grabado. De traviesos que éramos, íbamos tirando unos confites que nos habían regalado como proyectiles. En una de esas, quedo con la cabeza afuera y la ventanilla casi sobre la nuca. Me salvó mi hermano", relata Angel. Las risas de aquella anécdota retumban no sólo como un recuerdo, sino como la posibilidad de nuevos viajes, de nuevas estaciones.

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