8 de diciembre de 2009

Los valores en la emancipación

Por Hugo Kofman
La conquista de la soberanía implica la posibilidad de tomar decisiones independientes como Nación, de acuerdo a nuestras necesidades y situaciones. Significa la constitución de un nuevo sujeto político formado por las grandes mayorías populares organizadas, y no por las multinacionales y los acreedores externos. La Soberanía por la que luchamos es Nacional y Popular, y constituye el eje y punto de partida para la conquista de todos los Derechos Sociales que nos son negados por el actual sistema.
Se trata de llevar adelante un proyecto emancipatorio que implica una ruptura profunda no solo con las estructuras económicas de dependencia y privilegio, sino también con los valores del actual modelo neoliberal: el consumismo, el individualismo, la corrupción, la manipulación, la mentira, la discriminación, el parasitismo, la opulencia, la violencia. Porque esas estructuras económicas se sustentan y se reproducen cotidianamente a través de estos valores.

Un movimiento solo puede luchar contra esas estructuras y sus valores, en la medida que sea capaz de asumir los valores contrarios. El mejor programa político, el mejor discurso y el mejor candidato no alcanzan si no están presentes las convicciones en los valores de la sociedad que se pretende construir. Y eso comienza con la honestidad, la solidaridad y el amor al pueblo. Es el significado que hay que dar al patriotismo, que es inseparable del desprecio visceral al opresor y al entregador.

Solo sobre esa base se puede pensar en una política diferente a la de los partidos que sostienen este sistema. No es “otra forma de hacer política”, sino otros contenidos de la política. No como mecanismo de manipulación y dominación, sino como herramienta de liberación. No como la posibilidad de acceder a privilegios a través de los cargos, sino de asumir responsabilidades y compromisos de servicio a la comunidad.

“Recuperar la ética pública” no es poca cosa ni puede quedar en el discurso o la letra muerta. Eso implica una convicción profunda y tiene una fuerte correlación con la ética individual. Es asumir a fondo la cultura del trabajo como condición humana de vida, así como la importancia de la vida en comunidad.

Es pensar que el “desarrollo” no se debe medir en términos de “Producto Bruto Interno”, sino en mejora de la calidad de vida y en la mejor distribución de la riqueza. En salud, educación, vivienda, trabajo, cultura, medio ambiente sano y esparcimiento para todos.

Superaremos el “progresismo discursivo” sólo si nuestros militantes y dirigentes asumen y se forman en los valores de una nueva sociedad. Si somos capaces de “poner el cuerpo a las ideas”. Si podemos trabajar en una construcción con el pueblo, en diálogo permanente con los trabajadores, los precarizados, los desocupados, los pequeños comerciantes y empresarios que asumen una responsabilidad social, los estudiantes, los vecinos, los afectados por distintas formas de injusticia. Es reconocer en ellos a los verdaderos productores de la riqueza y del conocimiento, y al sujeto potencial de la emancipación de nuestra patria. Es en el pueblo donde están los valores fundamentales de la emancipación, quizás obstruidos por los condicionamientos de la cultura dominante. Nuestra tarea en todo caso es ayudar a que puedan emerger.


En términos históricos debemos asumirnos como un eslabón más en la larga cadena de lucha y resistencia popular, que se iniciara en 1810. Debemos ser capaces de recuperar las riquísimas experiencias y relatos de las luchas populares y los ejemplos de patriotismo que nos son ocultadas por la versión oficial de la historia. Somos “izquierda nacional” porque nos apoyamos en esas valiosas experiencias. Porque no adoptamos un modelo ideal o importado, sino que somos conscientes que tenemos que recorrer nuestros propios caminos para llegar a nuestra propia forma de socialismo. Sin dejar de valorar todo lo que nos puede venir desde afuera, sino abriendo las puertas a la incorporación de esas experiencias a lo que es nuestra propia construcción.

Recuperar las fiestas patrias, rescatar y resignificar a nuestros héroes nacionales vinculándolos al presente, es una tarea que nos debe permitir fortalecer la identidad nacional, que aunque se forme con diversas identidades, es necesario construirla para que podamos recuperar nuestros sueños. Conocer a fondo lo que ocurrió en las décadas del 60 y del 70 no sólo es importante para la lucha por la justicia frente al genocidio, sino fundamentalmente para recuperar los ideales y las convicciones de la generación más comprometida de toda nuestra historia con la liberación de los pueblos.-
7 de diciembre de 2009

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