1 de julio de 2011

A los maestros y maestras santafesinas.


Por Carlos Del Frade.   
Queridas maestras y queridos maestros:
Desde hace un cuarto de siglo que intento vivir de lo que me apasiona, el periodismo, un trabajo que tiene como objetivo la producción de noticias. Palabra que significa conocimiento del pueblo. Apareció en el castellano hacia el año 1250, en medio del desmoronamiento de los castillos y el mundo feudal, donde el saber, la tierra y la salud eran propiedades exclusivas de los grandes señores y la iglesia. De allí que cuando comenzaron a surgir las ciudades fue fundamental discutir ese conocimiento para democratizarlo. Ese fue el origen de la palabra y un objetivo que vincula el trabajo de hacer noticias con la labor cotidiana de cada uno de ustedes.

 Aprendimos que el secreto de nuestro oficio es saber escuchar bien para contar bien lo que sucede.

Algo que también nos junta en lo cotidiano.


En este tiempo tuve el privilegio de ser invitado en cientos de oportunidades a compartir distintas actividades en las escuelas de diferentes puntos de la inmensa geografía santafesina.

Conocí la invención de la sonrisa y la fiesta en que son capaces de convertir los actos en medio de una realidad social despiadada donde alumnos y padres sobreviven de la basura y, sin embargo, allí, en la escuela, ustedes hacen posible que los pibes sientan que hay esperanza, futuro, solidaridad y que tiene sentido la libertad y la dignidad.

Conocí la lucha de ustedes en contra de los nuevos señores de los barrios, los narcos que manejan los horarios de los centros de salud y hasta los turnos para comer en los salones comunitarios. Fueron maestras y maestros los primeros en denunciar esta realidad que todavía niegan los voceros de los partidos tradicionales en los barrios de todas las grandes ciudades de la provincia.

Conocí ferias de libros hechos a mano por chicas y chicos que se animaba a interpretar los cuentos que ustedes les estimulaban a escribir, los vi disfrazados de piratas, integrantes de naves espaciales, murguistas y tantas otras cosas que siempre son capaces de hacer en esas horas donde ustedes convierten a las escuelas en un espacio que rema contra la corriente de la resignación y el pesimismo.

Conocí recreos donde intentan pisar la pelota de violencias que vienen de otro lado, los vi abrazados a pibes que necesitaban y necesitan afecto, fui testigo de los cambios en las miradas de muchos de ustedes cuando la narración de la chica o del chico se metía en territorios de perversidad, injusticia e impotencia. Y nunca los vi abandonar. Los vi allí, sabedores que al otro día volverían a estar. Volverían a recorrer las casillas de las villas para buscar a sus chicos, hablar con los padres, denunciar a la policía y buscar ayuda para vender pastelitos, rifas e intentar nuevas aulas, techos, grabadores, pizarrones, electricidad, alumbrado y hasta el asfalto para el barrio.

Conocí maestras y maestros que terminaban su trabajo y aprovechaban alguna casa para enseñar a caminar y hablar a los chiquitos que no lo podían hacer porque estaban discapacitados por efecto de la mala nutrición.

Conocí de la dignidad de maestras y maestros que se pararon ante ministras y ministros, gobernadores y otras tantas autoridades, pidiendo respeto por todos los compañeros. Pidiendo respeto por todos.

Los conocí y los quiero, por eso me tomé el atrevimiento de llamarlos queridos.

Algunos datos que quiero compartir con ustedes. Para el Instituto Provincial de Estadísticas y censo, en términos de población, las chicas y chicos menores de diez años representan el 16 por ciento en el Gran Santa Fe –alrededor de 80 mil personas- y el 14 por ciento en el Gran Rosario –cerca de ciento cuarenta mil. Según el llamado Informe Social de la Encuesta Permanente de Hogares que analizó la evolución de las características sociales de los hogares de los niños menores de diez años en el Gran Rosario y Gran Santa Fe, hay cifras que deberían pensarse a la hora de concretar políticas de transformación o, en su defecto, de complicidad. Porque cuando la política no sirve para transformar, sirve para conservar, se hace cómplice del sistema que concentra riquezas materiales y culturales en pocas manos y multiplica la pobreza entre los que son más.

Esas cifras oficiales dicen que en el aglomerado vinculado a la ciudad capital de la provincia, la mitad de los chicos vive en la pobreza, alrededor de 40 mil chicas y chicos como cada uno de nuestras hijas o hijos; mientras que en el sur, el 40 por ciento de la pebetada está en esta situación de vulnerabilidad, es decir 56 mil nenas o nenes menores de diez años.

El mismo informe oficial termina diciendo que “si se contrasta el 20 por ciento de los hogares con menos y con más ingresos se observa una gran diferencia, donde en el primer caso en promedio ocho de cada diez persona no tienen secundario completo mientras que en el segundo caso solo dos de cada de diez. En consecuencia existe una alta proporción de población sin estudios secundarios en los hogares con menores recursos”.

Entonces, ante esta realidad, ¿qué tipo de educación necesitan estas chicas y estos chicos?.

Una educación que haga centro en trabajadores bien pagos, con edificios escolares en óptimas condiciones y en el marco de una política de transformación y que vaya por una Santa Fe igualitaria y no un estado que termina convalidando la fiesta de unos pocos aunque haya modificación del lenguaje institucional o acceso a los trámites por Internet.

Estas transparencias no son sinónimos de cambios.

Y dos datos más que deben medirse a la hora de pensar la educación, la niñez y la política en estos tiempos.

Según el denominado Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, publicado en julio de 2010, el 20 por ciento de las chicas y chicos de cero a catorce años no celebraron su último cumpleaños en la zona del Gran Rosario. Y también, según estos números –considerados los indicadores más serios en esta cuestión-, al 47 por ciento de las pibas y pibes menores de catorce años, no les contaron o no les leyeron un cuento en los últimos treinta días.

Es fundamental recuperar la palabra para nutrir de esperanza, futuro y deseo a nuestros pibes.

No habrá una educación para todas y todos si no hay una política que confronte con los que concentraron la riqueza material y cultural en pocas manos. De allí que la pelea salarial de las maestras y maestros santafesinos sea también una lucha por una vida mejor para toda la población de estos arrabales del mundo.

Por esta realidad que compartimos, los molesto con estas líneas.

Porque a esta altura de la existencia, como desde hace cuatro años, he decidido seguir denunciando con nombre y apellido a los multiplicadores del dolor no solamente en los medios de comunicación que abran sus puertas, sino también en la legislatura de Santa Fe.

Para que esas historias que nos conmueven en la realidad también sean capaces de conmover en ese lugar donde se hacen las leyes.

Entiendo que es fundamental tener una ley provincial de educación porque todavía no existe y que para ella es imprescindible la participación de ustedes. De allí que vayamos a impulsar este debate como uno de los tantos proyectos de ley vinculados a la actividad cotidiana de ustedes.

También tenemos la idea de promover leyes que instrumenten la doble escolaridad en los departamentos que más lo necesitan y luego a lo largo y ancho de todo el territorio provincial.

De la misma manera es necesario adherir a la ley nacional de educación técnica y fijar por ley la obligatoriedad de los jardines estatales para las chicas y chicos de cuatro y tres años.

Necesitamos contar, en forma paralela, con un ministerio de deportes que haga posibles que nuestros pibes tengan en la actividad física, lúdica y grupal, un elemento fundamental a la hora de incorporar valores y gambetear las distintas formas de exclusión que hoy desarrolla este sistema.

Es fundamental aprovechar la ley de servicios audiovisuales para que en cada escuela de referencia comunitaria aparezca una radio que le sirva de encuentro a los distintos actores sociales y que cada tres meses genere balances de gestión de cualquier funcionario público, sea nacional, provincial o municipal. Y, mientras tanto, que la radio permita otros métodos de participación y enseñanza en la cotidianeidad de las escuelas. Serán los ESCOBAs, Espacios Comunitarios Barriales, donde esos funcionarios cuestionados deberán renunciar porque impulsaremos la revocatoria de mandato en todo el ámbito de Santa Fe.

Esas son algunas de nuestras ideas, esos son algunos de nuestros sueños.

Es fundamental reducir la brecha que existe entre las urgencias sociales y los famosos tiempos de la política.

De allí la necesidad de denunciar para presionar, de gritar juntos para hacernos escuchar.

Vamos a seguir haciendo lo mismo que hace un cuarto de siglo.

Para cambiar la realidad, para que las palabras vuelvan a tener sentido y que el futuro sea para las mayorías y no la propiedad privada de unos pocos.

Por eso, con humildad, les pido que el 24 de julio nos vote como diputados provinciales, en la lista número 20, del Movimiento Proyecto Sur.

Para seguir peleando por lo que queremos.

Para no vivir lo que no queremos.

Y sabiendo que la lucha continúa, todos los días, como lo hacen ustedes cuando deciden volver e insistir en la escuela, con los pibes, con el pueblo.

Gracias por la atención.

Carlos del Frade

Primer candidato a Diputado Provincial por el Movimiento Proyecto Sur.

Lista 20.

0341 155 196 286

delfradec@ciudad.com.ar
 

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