21 de julio de 2009

De la Luna al páramo


Carlos del Frade (APE)

En los últimos quince días surgió una información curiosa: dentro de muy poco tiempo la humanidad -porque así de grandilocuente es la expresión- podrá viajar a Marte y la Luna.

Sueño entrañable común a todas las culturas de esta cápsula espacial llamada planeta Tierra.

Ir mucho más allá de los límites.

¿Qué parte de la humanidad podrá hacer semejante viaje?

¿Quién pagará ese viaje?

Lo cierto es que para los grandes medios de comunicación de los países centrales el tercer milenio tiene ese anuncio típico de los viejos libros de la ciencia ficción.

Tecnología y ciencia que amplían la mirada del presente.

Descubrimientos que suponen una vida mejor para todos siguiendo aquella lógica de la grandilocuencia del anuncio.

Mientras algunos, entonces, ya proyectan volar por el espacio y colonizar la Luna y Marte, otros y no son pocos, todavía no pudieron ingresar al siglo veinte.

Sobreviven en pleno siglo veintiuno en una realidad similar a la del diecinueve.

No solamente no pueden imaginar el paisaje marciano o el lunar, sino que tampoco pueden acceder a lo mínimo indispensable para sobrevivir aquí en la Tierra.

La noticia se desprende del informe del denominado Barómetro de la Deuda Social de la Infancia correspondiente al período 2007/2008.

Los números son contundentes.

El 70 por ciento de los niños y adolescentes empobrecidos de la Argentina no tiene luz, agua potable o gas.

Además, “el mismo estudio mostró que un 20 por ciento sufrió ‘con mucha frecuencia’ la falta de un plato de comida. Además, siete de cada 10 no tienen cobertura de salud a través de obra social, mutual o prepaga”.

A casi ciento cincuenta años de la instalación de las primeras experiencias para suministrar agua, luz o gas a todos habitantes de las principales ciudades argentinas, semejante información debería promover algún tipo de investigación judicial sobre los tantísimos planes de inversión que se fueron haciendo, por lo menos, en las últimas cuatro décadas.

Planes y anuncios oficiales -ya sean de gobiernos nacionales, provinciales y municipales- que prometieron la democratización de la electricidad, el agua y el gas.

Porque cada pibe que no tiene luz ni agua ni gas es el resultado de un negociado corrupto amparado desde las distintas esferas del Estado.

La privatización de estos servicios esenciales terminó siendo la privación de los mismos para las mayorías argentinas.

A pesar de vivir en el tercer milenio, cada uno de estos chicos es un rehén del siglo diecinueve reciclado a puro ejercicio de robo e impunidad.

No serán los pasajeros de esa humanidad que ya imagina su presencia en la Luna o Marte, apenas pueden pensarse como colados en un país que hace rato olvidó sus genes en los que estaba grabado el respeto por los más chicos.

Siete de cada diez pibes empobrecidos en el país del trigo, la carne, las pampas inmensas, los ríos sin límites y millonarios recursos del subsuelo, no tienen luz, ni agua potable ni gas.

La más dramática comprobación que en la Argentina sigue vigente el siglo diecinueve aunque los grandes medios de comunicación anuncien viajes interplanetarios.

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