13 de junio de 2009

Insistencias y poética existencial

Postales de General Obligado

*Por Carlos del Frade

El departamento General Obligado es una tierra de desmesura porque ha sido desmesurado el saqueo sufrido por varias generaciones desde La Forestal en adelante.
Lugares en los cuales alumbraron las marchas del hambre de 1969 encabezadas por sacerdotes comprometidos que luego fueron olvidados por la historia oficial.
Ciudades y pueblos que resistieron a los cierres cíclicos de papeleras, curtiembres, ingenios y frigoríficos y que, a pesar de tantos pesares, también llevan adelante los juicios penales contra los títeres macabros de manos sucias de sangre, como son los integrantes de las fuerzas de seguridad que a partir de 1976 quisieron domesticar definitivamente esta región. Pero no pudieron. Como tampoco lo lograron con los pueblos originarios de la zona, aunque el comandante Manuel Obligado haya sido santificado por las famosas fuerzas vivas del norte provincial. Hoy, en junio de 2009, hay otras porfiadas insistencias como las que sostienen los profesores y alumnos del Centro de Formación Profesional “ARA General Belgrano”, los obreros de la construcción de Reconquista y la increíble poética existencial que emerge de un pibe que creció cosechando caña de azúcar, algodón y que ahora, siendo albañil, no abandona su sueño de ser poeta.

La técnica

Los pisos, las sillas, las mesas, los armarios, los muebles y hasta los baños del Centro de Formación Profesional “ARA General Manuel Belgrano”, de la ciudad de Avellaneda, fueron hechos por los alumnos desde hace más de treinta años.
Allí aprenden herrería, carpintería, instalación industrial de comandos, electricidad y bobinado, distintas construcciones y albañilería.
En la actualidad hay novecientos setenta y ocho alumnos que vienen de los barrios periféricos de Reconquista y recorren kilómetros en bicicleta desde Lanteri, Malabrigo, El Timbó y distintos suburbios de la propia Avellaneda.
Algunos esperan la copa de leche que preparan los maestros porque es una de las pocas comidas del día.
No importa que tengan antecedentes en problemas de drogadicción o conflictos con la ley. Aprenden un oficio y salen con un proyecto. Ni más ni menos que eso. No hay discriminación. Chicos que llegan con capacidades diferentes son insertados en los grupos de trabajo que generalmente son ordenados por medio de una distribución con forma de herradura.
A través del INTA, la escuela técnica también promovió el desarrollo de huertas familiares tomando a los padres como alumnos y llevando la enseñanza a los barrios.
Allí donde no había hábito alguno en el consumo de vegetales o verduras, ahora la dieta ha cambiado y se come todos los días. “En Fortín Olmos ni se conocía el tomate”, comentan alumnos y profesores.
Ellos cultivan la espina corona, un vegetal que sirve de aglutinante para lograr los más dulces chocolates. Es una planta autóctona pero que comienza a ser quemada por la imposición del imperio de la soja y la imparable expansión de su frontera. La espina corona es quemada y entonces surge la paradoja de importar esos aglutinantes a razón de cuatro mil dólares el kilo. Todavía no hubo apoyo para que se la produzca en la zona.
El “ARA” es uno de los cinco centros que funcionan en la provincia pero cada vez las horas son menos. Hay una asignación de seis horas semanales por profesor cuando deberían ser por lo menos catorce. Para financiar la actividad cotidiana del Centro se hacen bingos con los que recaudan veinticuatro mil pesos anuales y con ese dinero avanzan en la construcción de nuevas aulas, mejores baños y patios techados que evitan la dureza del invierno y la pesadez del verano.
-No entiendo por qué la provincia es el único estado en la Argentina que no adhirió a la ley nacional de educación técnica. Para colmo de males llegó una circular del Ministerio que se parece mucho a una orden de disciplinamiento ideológico – denuncia José Luis Ocampo, director del Centro.
Hace mención a la resolución número 59 del 16 de enero de 2008 que propone la habilitación de equipos integradores regionales socio educativos para que funcionen bajo dependencia de la Dirección Provincial de Educación Técnica, Producción y Trabajo.
Allí se lee que los integrantes de dichos equipos deberán “tener sentido de pertenencia al proyecto y a la gestión de gobierno”. Ese renglón es el que justifica la bronca de Ocampo.
Pero más allá de las trabas, la inexplicable ausencia de presupuesto para este tipo de experiencia educativa, el Centro de Formación Profesional de Avellaneda sigue en su tarea cotidiana de parir futuros en una región donde semejante palabra mete miedo.
Los pibes van protagonizando sus propios proyectos en medio de morsas, huertas, canchitas de fútbol y tornos, a pesar de tantas indiferencias.

Obreros de la construcción

“Estamos peor que nunca. ¿Y el cambio para cuándo?”, decía el cartel puesto por trabajadores de la construcción que esperaban al gobernador Hermes Binner el jueves 11 de junio en la esquina de San Martín y General López, frente a la intendencia de la principal ciudad del departamento General Obligado.
El último mes fue muy duro para ellos.
Se paralizaron las obras sobre la ruta 31 y ya hubo veinte despidos.
La razón que esgrimió la empresa es que la resolución del Ministerio de Hacienda encabezada por el contador Angel Sciara de pagar cada ciento veinte días en lugar de sesenta, generó la necesidad de expulsar a los trabajadores.
La conclusión fue la reducción del trabajo y del salario.
Muchos de los obreros están ganando setecientos pesos por quincena y les alcanza para muy poco.
-Nosotros queremos vivir en el norte. Queremos tener un futuro en esta parte del planeta. No puede ser que por decisiones tomadas en Santa Fe nos quedemos sin trabajo – explicaba Medina, uno de los delegados del personal.
También había obreros de La Gallareta y otras poblaciones vecinas.
Los obreros pedían seguridad para sus fuentes de trabajo y que se hagan realidad las promesas en torno a la construcción del hospital de Reconquista como también otras obras vinculadas a la gestión pública provincial.
En los últimos días del mes de junio, en medio del cierre de la campaña electoral, los trabajadores sabrán si el parate es transitorio o definitivo.
Mientras tanto siguen peleando y buscando respuestas.

César

Villa Ocampo sigue siendo el territorio en el que vive, aún después de muerto, el ex senador nacional Jorge Massat, el hombre que supo cultivar una cuenta corriente de más de veinte millones de dólares cuando era presidente de la comisión de seguimientos de las privatizaciones y delfín de Carlos Reutemann.
En Villa Ocampo los chicos siguen trabajando en la cosecha de algodón y caña de azúcar, aunque cada vez hay menos.
Trabajan menos de un mes porque también aquí ha llegado la imposición de la reina soja y cada vez hay menos plantas autóctonas.
En 1999, César Godoy, uno de esos pibes que trabajaba desde que tenía cinco años, le contó a este cronista que a sus entonces trece años le dolía la espalda como consecuencia de la zafra.
Que no podía ir todos los días a la escuela porque tenía que trabajar para ganar un peso por día y que eso lo destinaba a ayudar en su casa.
Y cuando imaginaba el futuro, César sonreía y respondía que quería ser poeta.
Sacaba un cuaderno y leía en voz alta una poesía dedicada a su mamá que hacía un tiempo había piantado a la pampa de arriba.
Diez años después, el cronista busca encontrarse con César.
Hace varios llamados y por fin da con una de sus hermanas.
Son alrededor de las cuatro de la tarde y el sol hace más fuerte el verde de las plantas y el marrón gastado de las calles y veredas del barrio.
Hay un grupo de diez albañiles haciendo mezcla y llevando baldes de un lugar para otro.
Los ladrillos parecen venir de los hornos familiares que siempre pueden verse al costado de la ruta 11 cuando el viajero arriba a Villa Ocampo.
Ahí está César.
Una década después se lo ve fibroso, fuerte y todavía tiene una sonrisa amplia cubierta de un gorrito que le hace sombra pero resulta impotente para cubrirle la luz de sus ojos.
-Ahora laburo de albañil –dice César.
Cuenta que su familia está compuesta de nueve hermanos y que él es el menor.
Que recuerda aquella entrevista y que le trajeron libros y hasta vio el documental que giraba en torno a su testimonio.
-La peleo todos los días y aunque no terminé la escuela se que algún día lo voy a hacer – promete el muchacho.
Está de novio y todavía no tiene chicos.
Cuenta que es el coordinador de un grupo juvenil de la parroquia de Villa Ocampo y que todavía escribe poesías.
-Hablo de los chicos que nacimos acá en el norte. Que nosotros merecemos atención. Que no se olviden de nosotros. Porque nosotros también queremos vivir – dice César antes de volver al balde, los ladrillos y la pala.
Allí en Villa Ocampo, pibes como César siguen apostando a sus propios sueños y los siguen defendiendo en contra de todo lo que impone el sistema.
Es la poética existencial.
La inverosímil resistencia de la ternura.
Si César a pesar de todos los pesares es capaz de mantener sus sueños cómo es posible que tanta gente con muchas más posibilidades que él, abandone la lucha por un futuro mejor.
En chicos como César alumbra victoriosa la permanente gambeta del amor contra todas las formas de la muerte y el poder.

*Periodista, escritor y candidato a primer diputado nacional por Proyecto Sur – Partido Socialista Auténtico en las próximas elecciones del 28 de junio por la provincia de Santa Fe.
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