10 de junio de 2009

"No sirve un progresismo que no cuestione la esencia del modelo agrominero exportador"











El candidato a diputado por Proyecto Sur ya se ubicó tercero y sueña con quitarle el segundo lugar al “lilito” Alfonso Prat-Gay. “Nuestra variante del progresismo es un proyecto de emancipación”, asegura. Explica por qué trepa en las encuestas.


En esa fluctuante taquilla que los encuestadores miden segundo a segundo, la película electoral de Fernando “Pino” Solanas está mejorando día a día su performance de cara a los comicios del 28 de junio próximo. Candidato a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires en el espacio del Proyecto Sur, en las últimas semanas Pino pasó de estar codeándose por el tercer puesto con Carlos Heller, delfín kirchnerista, a acortar distancia con Alfonso Prat-Gay, el economista ungido por Elisa Carrió. Así las cosas, Pino se afianzó como tercero en discordia, se despegó de Heller y hasta le estaría descontando votos a Prat-Gay, que sigue segundo, lejos de la candidata del Pro, Gabriela Michetti.

Con recursos económicos limitados para invertir en la campaña, el 14 por ciento de intención de voto que hoy, en promedio, las encuestas le dan a Proyecto Sur en la ciudad se basa en aprovechar la trayectoria de Pino como documentalista. Y, de hecho, ya rodó un corto con sus críticas a la gestión de Mauricio Macri. En medio de tanta belicosidad verbal derramada por la oposición y el oficialismo, el estilo Pino suele desplegar una crítica dura al kirchnerismo que, sin embargo, se permite rescatar aquello que considera positivo de la gestión K.

–¿Por qué en estas elecciones el progresismo no pudo formar un frente?

–Hoy los frentes son parte de una cierta estrategia de la derecha, que suele tener un ala progresista que admite las esencias del modelo y se coloca un poco a la izquierda. Eso fue la Alianza del Frente Grande y el radicalismo: se presentó como una manifestación de centroizquierda y en nombre del progresismo votaron todo. El gobierno progresista de Fernando de la Rúa, a la semana de haber asumido, tenía dos muertos en protestas sociales. En ese sentido hay que reconocerle al gobierno de Néstor Kirchner que bajó el tono represivo.

–Usted fue parte del Frente Grande.

–Fui diputado en el ’93, pero ya a fines del ’94 me expulsaron. Yo era el demonio porque defendía lo que le habíamos prometido al ciudadano, mientras Chacho Álvarez y Graciela Fernández Meijide se reunían con Domingo Cavallo.

–A pesar de su rechazo al frentismo, su espacio también reúne a varios sectores.

–Lo nuestro no es una variante más del progresismo amontonado en una coyuntura electoral. Somos el encuentro de distintas corrientes democráticas nacionales y populares alrededor de un proyecto de emancipación, que cuestiona la esencia del modelo agrominero exportador. Que dice basta del saqueo de los recursos naturales, de la minería y el petróleo, y propone una reforma impositiva para ir al impuesto progresivo a las ganancias. Eso no se puede hacer de un día para el otro, deberá ser gradual, en el marco de un proceso en paz y democracia.

–¿No es lejano para el electorado porteño hablar, por caso, de la minería?

–Podemos hablar de todos los temas, pero de inmediato nos preguntan cómo vamos a hacer para, por ejemplo, multiplicar los colegios y hospitales. Por eso preferimos empezar por de dónde vamos a tomar los recursos. El petróleo y la minería producen una renta anual de más 24 mil millones de dólares, mayor a la del agro. Con eso podemos financiar la primera prioridad que es acabar con la indigencia: hay cuatro millones de indigentes, el 10 por ciento de la población. Y relanzar las grandes industrias públicas, que significarían decenas de miles de puestos de trabajo. No sirve de nada un progresismo que no cuestione la esencia del modelo agrominero exportador, continuidad del colonialismo de siempre.

–¿Heller no es progresista?

–Podrá tener experiencia progresista pero hoy ocupa más el rol de banquero y hombre funcional al PJ en la Capital Federal. Y otros, como Aníbal Ibarra, no cumplieron las reformas que anunciaron, siempre con la mentira como método.

–¿Qué opina del estilo “apocalíptico” de hacer oposición?

–Nosotros no somos apocalípticos y esa es la razón por la cual hemos crecido mucho. La realidad es apocalíptica. No puede ser que la intelectualidad, el periodismo y la dirigencia política hayan mirado para otro lado cuando en 2007 se transfirieron miles de millones de dólares en reservas petroleras al sector privado, gracias a que Kirchner dio luz verde por treinta años más a la prórroga de las concesiones. No se puede hablar de distribución de la riqueza cuando los principales núcleos de acumulación no se tocan jamás. En 2008, el sector que más utilidades tuvo en la Argentina fue el bancario. Mientras se caía en todo el mundo, acá tenía la mejor rentabilidad de todo el empresariado. ¿Cómo se entiende que el Gobierno les permita las tasas usurarias que cobran?

–¿Rescata algo del kirchnerismo?

–El kirchnerismo ejecuta políticas progresistas que fueron un verdadero avance en la Argentina cosificada de los ’90. Lo hecho en derechos humanos, decirle no al ALCA, profundizar el Mercosur y empezar la reforma de la Corte Suprema fueron grandes políticas. Pero esas medidas conviven con otras que no sólo no variaron el gran mordisco económico, sino que lo han profundizado. En el tema del campo, por ejemplo, se hizo creer que con la 125 acababa todo. La Argentina es uno de los seis grandes exportadores de granos y el único donde el Estado no interviene. ¿Qué hizo el Gobierno para terminar con ese sector que defrauda permanentemente al fisco? Esas dualidades son las que hacen el gris y hay un sector progresista que, por esas luces, ve todo luminoso y se olvida de lo demás.

–¿La salida al kirchnerismo es por derecha?

–Mucha gente compra el discurso intimidatorio de “yo soy la democracia, soy el modelo que va hacia el progresismo, si nos debilitan a nosotros, volvemos al pasado”. Esa teoría la usaron todos los presidentes. Raúl Alfonsín amenazaba con la salida de los tanques y Carlos Menem con la vuelta a la hiperinflación.

–¿Cree, como Elisa Carrió, que Kirchner es Menem?

–Kirchner no es Menem. Tampoco es Lilita Carrió. Carrió o Macri son la derecha confesa y moderna, anti Unasur (N. del R.: Unión de Naciones Suramericanas), antialianza con Venezuela y permisiva seguramente en derechos humanos. Eso no es Kirchner. Pero en el mantenimiento del modelo impositivo de corte regresivo, el kirchnerismo no tiene grandes diferencias con sus opositores.

–¿Qué va a pasar después del 28 de junio?

–Creo que van a caer muchas bancas kirchneristas y no van a tener la comodidad que tuvieron hasta ahora. Pero no va a pasar nada más allá de eso. Nosotros apoyaremos todas las medidas del Gobierno como de cualquier otra fuerza que sea positiva para el país y su gente. Por eso sostengo que una de las mejores cosas del gobierno de Cristina Fernández es haber abierto el debate por la reforma de la ley de radiodifusión. Los 21 puntos son excelentes y los apoyamos. Otra cosa es el anteproyecto de ley que está haciendo circular el Ejecutivo, que tiene serias contradicciones y a la letra chiquita hay que ponerle la lupa porque está en juego el negocio millonario del triple play. Un juego que se va a pelear con todo tipo de armas.

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