16 de marzo de 2011

2011 y los Pibes. Deudas y Esperanzas

 Por Carlos del Frade *

Los bicentenarios continúan en Argentina de 2011: doscientos años del nacimiento de Sarmiento, del asesinato de Mariano Moreno y de la fenomenal movilización popular que fue el éxodo oriental encabezado por el primer gran líder popular de estas tierras, José Gervasio Artigas. Ocasiones notables que deberían servir para debatir no solamente los contrastes personales de los mentados sino también para discutir hechos y lógicas políticas que continúan o no en el presente. En este contexto, pensar en algunas realidades que tienen como principales sujetos a los pibes y pibas de Argentina y la Patria Grande es una necesidad que excede a las agendas políticas tradicionales. Por eso este punteo de temas.




Entre las deudas internas y las permanentes esperanzas que surgen de los mismos chicos y chicas aunque se encuentren en situaciones de extrema vulnerabilidad. Números, ausencias y realidades. Y la más concreta de las banderas de cada uno: la existencia y las condiciones existenciales de nuestros pibes, de nuestros hijos, de nuestras hijas.

1. Jardines de infantes

Más allá de los resultados finales que arroje el Censo Nacional 2010, hay ciertos números que deben ser pensados por la dirigencia política y social de Argentina del tercer milenio.

Son las cifras vinculadas a la educación. La mitad de la llamada población adulta no terminó la escuela secundaria. Un déficit que tendrá su resultado no solamente en el presente, sino también en el futuro.

En este año 2011, entre otras cosas, se recordará el bicentenario del nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento, un hombre muy contradictorio pero que dejó una marca elocuente: la multiplicación de las escuelas cuando le tocó ser presidente y después ministro de Educación.

Pero si el problema educativo señala la brecha existencial entre los que tienen acceso a la educación media y los que no, una clara muestra de las distintas caras de la desigualdad argentina, hay otro nivel donde el cuadro de situación refleja el carácter clasista de la sociedad.

Y eso se da en el nivel inicial, allí donde los pibes ingresan en los llamados jardines de infantes. Uno de los datos que sigue resonando desde 2010 al presente es el que sostiene esta realidad. En Argentina, parece que los jardines de infantes no están hechos para los que más lo necesitan.

Los datos oficiales dicen que casi el 64 por ciento de las nenas y nenes más ricos forman parte de este nivel de escolaridad. Pero solamente el 13,6 por ciento de las chicas y chicos más pobres pueden hacerlo en el nivel de los tres años.

En la capital de Argentina, por ejemplo, hay 9 mil niñas y niños en lista de espera por un lugarcito en el nivel inicial.

Una nueva demostración de un país que hace rato no puede hacer realidad las bellas palabras de los discursos progresistas.


2. Niños soldados

En la película “Diamantes de sangre”, aparece con ferocidad la realidad de explotación que soportan decenas de pueblos africanos como consecuencia de guerras intestinas alimentadas por los intereses de las multinacionales mineras.

El esclavismo no pertenece al territorio de los libros de historia, sino al presente del sistema.

Aunque los documentos de los organismos internacionales griten su indignación, los pibes son usados como si se tratara de máquinas descartables, ni siquiera como animales.

Mano de obra accesible, chicas y chicos del sur del mundo no saben qué significa la palabra libertad ni mucho menos comprenden el valor que las personas grandes le dan a la palabra dignidad.

Desde hace décadas, las cámaras de televisión muestran el fenómeno de los niños soldados en el denominado Tercer Mundo. Sin embargo, no hay decisiones políticas ni parece formar parte de la agenda de los gobernantes de los principales países del mundo.

¿Cómo será este año 2011 para estos chicos?
¿Habrá magia suficiente para que ellos se liberen de los falsos reyes que los explotan en distintas regiones del planeta?
¿Qué estrella les marcará el camino de la liberación y la felicidad?

En América del Sur hay un caso emblemático. Los niños son las víctimas olvidadas del largo y sangriento conflicto colombiano.

Para una ONG de ese país, después de publicar un extenso informe que no sólo alerta sobre los casi tres mil asesinatos de niños en los últimos cinco años, denuncia el reclutamiento de entre ocho y catorce mil jóvenes para empuñar las armas, algunos de ellos con apenas seis años.

“Uno de cada cuatro combatientes es un niño o una niña en los grupos armados colombianos”, advirtió el Tribunal Internacional sobre la Infancia afectada por la Guerra y la Pobreza. Las futuras generaciones colombianas, advirtió la ONG, ya son parte del conflicto. El 60 por ciento de los niños involucrados vio asesinatos, el 78 por ciento vio cadáveres mutilados y el 40 por ciento disparó un arma contra una persona.

Datos de una realidad que debe ser modificada si es que la criatura humana pretende que el futuro tenga sentido.


3. Los que no estudian

De acuerdo a las estimaciones del último censo, en las principales ciudades y aglomerados urbanos de Argentina, el 80 por ciento de las chicas y chicos que pueblan los subsuelos de la sociedad, los sectores más empobrecidos, no van a la escuela secundaria.

Exclusión económica, exclusión social y exclusión educativa. Pibas y pibes que, además, no pueden lograr un primer empleo en blanco y estable. Adolescentes condenados a adolecer en un tiempo continuo desde hace décadas en Argentina.

Durante la noche carnívora, entre 1976 y 1983, seis de cada diez desaparecidos tenía menos de treinta años; entre 1984 y el presente, seis de cada diez desocupados tiene menos de treinta años; y en los últimos años, seis de cada diez detenidos imputados de primeros delitos en las principales provincias argentinas tiene menos de treinta años.

La parábola bíblica del número de la bestia, el triple 6. Pero aquí la bestia no es una entidad metafísica sino el corazón del sistema capitalista que en Argentina se ha encargado siempre de devorar a los que por mandatos biológicos y culturales necesitan producir transformaciones sociales.

Las pibas y los pibes adolescentes son los que pueblan las cárceles, el otro lado del gatillo fácil, los consumidores consumidos y los destinatarios de las distintas cobardías sociales que ocultan la imposibilidad de construir una sociedad justa y que, entonces, por falta de valentía se descargan sobre los adolescentes.

Ausentes del territorio educativo, del trabajo y del deporte, los pibes argentinos buscan gambetear las distintas trabas que aparecen a cada paso.

¿Cuántos son esas chicas, cuántos suman esos chicos que no estudian ni trabajan en el país de todos los días?

Para la iglesia, hay más de 900 mil adolescentes que no trabajan ni estudian. Según el Ministerio de Educación de la Nación, son 550 mil.

Pero más allá de la polémica sobre la cifra, sería importante comenzar a construir un sentido de vida para nuestros pibes.

Porque si no el presente y el futuro será solamente para muy pocos.


4. Droga y pibes

Distintos organismos internacionales dicen que el negocio del narcotráfico mueve más de 400 mil millones de dólares por año.
Un fenomenal negocio económico.
El circuito financiero más fresco y rápido que tiene el sistema para lavar sus otras transacciones sucias.

Pero también es un gran negocio político.
Convierte a las pibas y pibes en consumidores consumidos.
Les anula la posibilidad de convertirse en militantes sociales y políticos en pos de un cambio social y los hacina en cárceles cada vez peores.

El narcotráfico, sin embargo, no viene de abajo, sino de arriba.
Desde el poder llegan los grandes cargamentos que después se democratizan hasta alcanzar al último consumidor, desesperado porque solamente recibe lo peor de la basura química.

No hay gobierno que no sepa que el narcotráfico para desarrollarse necesita de varios nichos estatales que trabajen en sintonía con los gerentes del negocio.
Fronteras permeables, ríos y puertos que se abren, policías que participan según distintas proporciones y dirigentes políticos y sociales que decidieron juntar votos sobre la realidad del consumo generalizado.
Ocurre en México, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Europa, Asia y África.

Pero hay que dar pelea.
Porque se puede y se debe.
Porque en el medio están nuestros hijos.
Ni más ni menos que ellos, nuestros hijos.

Según la Organización de Estados Americanos el 11 por ciento de los alumnos secundarios de Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador y Bolivia consumió marihuana alguna vez en su vida y que el 42 por ciento de los encuestados reveló que empezó antes de los quince años.
Pero la droga más consumida es el alcohol y después el tabaco.
Datos que hablan de varias hipocresías y del crecimiento, por ahora imparable, del manejo químico de las cabezas de nuestros pibes para que se conviertan en consumidores consumidos y ni se les cruce la idea de transformar la realidad.


5. Comida

En el último informe del año 2010, la intervención del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo sostuvo que ha bajado el índice de desigualdad en la Argentina.
Una excelente noticia que, sin embargo, parece no condecirse con la realidad social de los habitantes de una geografía desmesurada y desfigurada por políticas económicas que concentraron riquezas en pocas manos.

Las postales de desnutrición también se multiplicaron en el país durante el año del bicentenario, más allá de los buenos resultados que sigue dando la llamada Asignación Universal por Hijo.

Desde Salta a Misiones, desde la mismísima provincia de Buenos Aires a la Patagonia, las informaciones dieron cuenta que no todos comen de la misma manera en el país.

¿Cambiará esta realidad durante 2011?
¿Qué tipo de política garantizará la buena alimentación para los más de 40 millones de argentinos todos los días?

Uno de los datos de 2010 y que todavía tiene vigencia habla de esta realidad.
Hay nueve millones de chicos que no comen bien todos los días en la Argentina.

Así se desprendía de un informe de un organismo vinculado con las Naciones Unidas. Esto quiere decir que en el 53 por ciento de los hogares hay chicos que tienen problemas para cubrir la porción mínima de alimentos por día. De ellos, 2.920 mueren cada año por desnutrición.

El país produce carne y cereales como para alimentar al doble de su población. Pero el 20 por ciento de las familias no puede comprar lo que necesita para vivir.

Este es el verdadero tamaño de la primera y más grande deuda interna, ésa que nunca se debate en los recintos oficiales de la política formal.


6. Chicos y recursos naturales.

Del otro lado de la explotación y extranjerización de los recursos naturales crecen las urgencias para los chicos.

El 52 por ciento de los niños, niñas y adolescentes argentinos, casi seis millones en el censo de 2001, vive en lugares con alto o muy alto índice de vulnerabilidad social y riesgo ambiental, sostiene la Defensoría del Pueblo de la Nación.

En el llamado “Atlas de riesgo ambiental de la niñez de Argentina”, aparece el dato de que el 58 por ciento de los menores de dieciocho años habita municipios donde la falta de saneamiento básico lo expone a enfermedades.

Las situaciones más graves se dan en la zona de Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Tucumán y el segundo cordón del conurbano bonaerense.

En tanto, un 42 por ciento de esos pibes es sometido a contaminación industrial en los grandes centros urbanos del país.

Pero el peligro de toxicidad mayor se observa en localidades rurales de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Santiago del Estero y Chaco, donde el 29 por ciento de los niños se halla en riesgo debido al uso de agroquímicos y a la contaminación natural que generan cultivos como la caña de azúcar y el algodón.

Para la Organización Mundial de la Salud, el 36 por ciento de las muertes de niños de cero a catorce años responde a riesgos ambientales.

Contaminación, saqueo de los recursos naturales, ausencia de soberanía y perjuicios contra los pibes van de la mano en la Argentina crepuscular del tercer milenio aunque suenen canciones de melodías progresistas.

¿Podrá modificarse esta realidad solamente con buenos deseos o habrá que cambiar la política?


7. Chicos y trabajo en América Latina

Unos 14 millones de niños de entre cinco y 17 años trabajan en América Latina y el Caribe en condiciones que ponen en riesgo su seguridad y su vida, denunció la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a fines del año pasado.

El experto de la OIT sobre trabajo infantil y empleo juvenil en América Latina, Guillermo Dema, señaló en entrevista con Notimex que este problema subsiste en la región a pesar de los avances logrados en la materia en los últimos años.
“América Latina es la región del mundo donde se han obtenido mayores avances en la reducción del trabajo infantil en los últimos 10 años, pero el avance es desigual”, dijo Dema, quien participó hace unos días, en Santiago, en la 17ª Reunión Regional Americana de la OIT.

Explicó que la situación “afecta especialmente a grupos vulnerables, como las poblaciones indígenas, en particular los niños y niñas que son afectados de manera diferenciada por las peores formas de trabajo infantil”.

De acuerdo con estadísticas de la OIT, en 2010 la población de niños y niñas de entre cinco y 17 años en América Latina asciende a 141 millones de personas, de los cuales 14 millones se encuentran trabajando.

De esa cifra, cerca de 10 millones de menores de edad realizan trabajos que son peligrosos y/o amenazan su integridad física y psicológica.
Del total de niños que trabajan, cuatro millones son adolescentes de entre 15 y 17 años que realizan trabajos peligrosos, en tanto más del 60 por ciento del total se desempeña en tareas vinculadas a la agricultura.

Según las cifras entregadas por la OIT, sólo uno de cada cinco niños recibe un salario ya que la mayoría de ellos trabaja para su familia, sin remuneración.
De acuerdo con Dema, a pesar de los modestos avances en la disminución del trabajo infantil en la región, existen datos alentadores.

De 2006 a la fecha se observa una disminución de un punto porcentual en el número de niños y niñas de entre cinco y 14 años que trabajan en América Latina y el Caribe, lo que representa una disminución de un millón de personas aproximadamente.

Dema subrayó que “los esfuerzos deben incrementarse, los Estados deben cumplir sus compromisos y definir políticas integrales más agresivas para enfrentar el problema, en alianza con los demás sectores como empleadores, trabajadores y la sociedad civil”.
Estas acciones, enfatizó, “deben garantizar el acceso de todos los niños y niñas a una educación de calidad”, al tiempo de combatir la pobreza ofreciendo trabajo decente a los padres y protección social para ayudar a las familias a mantener a sus hijos en escuelas.


8. Esperanzas

Una chiquita de cinco años no para de escribir en un jardín de infantes de la localidad de Álvarez, en el sur de la provincia de Santa Fe. Cuando la seño le preguntó por qué escribía y dibujaba tanto, ella respondió: “Para que ningún chico se quede sin leer cuentos”.

En los viejos clubes de barrio que pueblan las geografías de ciudades como Buenos Aires, Rosario y Córdoba, distintas bandas tomaron la posta y se dedican a vender droga y apretar deudores varios según ordene el prestamista lugareño. Pero en la zona oeste de la ciudad bañada por las aguas marrones del Paraná, en dos de esos clubes, Federal y El Luchador, los más pibes entre los pibes decidieron que esos patios debían servir para jugar a la pelota y hacer deportes. Juntaron a los hermanos más grandes y a los padres y desde hace algunos años corrieron a los transas y a los policías corruptos.

También sucede que en esos viejos clubes haya proyectos de levantar estacionamientos medidos. En el barrio Bella Vista sucedió entonces que un grupo de pibes que nunca pudieron ingresar en la escuela secundaria armara una lista y ganara las elecciones. Desde entonces conducen, como pueden, el club. Y lo primero que hicieron, ellos, los exiliados de la escuela secundaria, fue fundar una biblioteca para que otros pibes no se quedaran afuera de las maravillas que suelen multiplicarse entre las hojas de un texto.

En el norte profundo de la provincia de Santa Fe, en Villa Ocampo, territorio de la vieja multinacional La Forestal, hay un pibe que pelea desde que nació. Se llama César Godoy y desde los cinco años cosecha algodón y caña de azúcar. Le llegaron a pagar un peso por jornada laboral. Y él iba cuando podía a la escuela, cuando el cansancio lo dejaba ir a la escuela. César ayuda a la familia de varios hermanos pero también tiene un sueño. Quiere ser poeta y no hay quién le robe su ideal. Ahora es albañil y no gana mucho más que la moneda que le tiraban por cortar caña y algodón. Sin embargo César sigue escribiendo poesía para que nadie se olvide de la soledad que viven los chicos del norte profundo santafesino.

Camilo Blajakis presentó su libro de poesías en la Feria del Libro de Buenos Aires durante el año pasado. En realidad, el escritor se llama César González, de solamente veinte años que luego de estar cinco años en prisión fue capaz de transformarse a través de la lectura y pensar que le estaba haciendo negocios a otros. Hoy dice que muchos piensan que los pibes que viven en las villas, como él, son todos asesinos y monstruos, cuando en realidad lo monstruoso es la hipocresía y el sistema injusto. César, una postal de la resistencia y la esperanza.


*Carlos del Frade es periodista, escritor y candidato a diputado provincial en Santa Fe por Proyecto Sur.

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